Celina cerró la puerta detrás de sí. Volvía de hacer los mandados de fin de semana. El carrito de la feria hasta el borde de cosas. Una carterita, donde llevaba el dinero, cruzando el pecho en bandolera y el saco de lana remangado. Llevó el carro hasta la cocina. Metió la leche y los huevos en la heladera que se veía bastante vacía.
– ¡Pero…! – exclamó y pensó en voz alta.
– Me olvidé de la manteca. Bueno, después voy y ya traigo el queso y el fiambre.
Cerró la heladera. Se descolgó el monedero y lo dejó sobre una repisita junto con las llaves. Se quitó el saco. Sentía calor. Con las dos manos retiró el mechón de pelo gris que le caía sobre la frente. Se sentó junto a una mesa cuadrada cubierta con un mantel de algodón color amarillo pálido sobre el que se lucía un ramo de violetas en un pequeño florero transparente.
Era sábado. Una brisa agradable movía las cortinas de la ventana semiabierta. La mañana estaba clara y fresca.
Tomó aliento. Se levantó y prendió la radio que había sobre la mesada, bajo la ventana.
– «… continuamos en la mañana de su radio. Para usted, para que se quede junto a nosotros hasta el mediodía compartiendo notas, comentarios y buena música…» – decía un entusiasta locutor que llenó con su clara voz el ambiente y dejó atrás el metálico tic- tac del reloj de pared.
– «Antes de las noticias de la diez, anunciamos la entrevista a la escritora Celina Cáceres con quien vamos a conversar de la aparición en nuestro país, de su novela «Como una sombra». No se vayan. Los esperamos luego de Las diez de las diez. «
Celina, se lavó las manos en la pileta y las secó con un papel desechable. Encendió la cocina. Puso un poco de agua en una caldera reluciente y la llevó a calentar. Tomó una taza y un platillo. Le colocó una bolsita de té. Le vendría bien un tecito mientras escuchaba la radio. Alberto, su marido, estaría escuchándola en el negocio. Después iba a ordenar todo lo que había traído para guardar en la heladera y prepararía el almuerzo. De todas formas, Alberto no llegaría hasta casi las dos de la tarde. Sus hijos, Jorge y Gabriela y tal vez Valentina, que era la mayorcita de los nietos, a lo mejor, si podían, iban a escuchar. Celina estaba, de eso, casi segura.
– ¡Pucha! ¡Qué ridícula! – pensó – Soy una vieja. No puede ser que me ponga nerviosa… ¿Qué dirán los chiquilines?
Los chiquilines eran sus dos hijos ya casados y con hijos a su vez pero para ella seguían siendo los chiquilines.
– «Estas fueron Las diez de las diez. Volveremos en una hora».
La música anunciaba que seguía el programa. El agua hervía. Celina apagó la cocina y mientras escuchaba, llenaba la taza.
– «Continuamos en la mañana de su radio. Vamos a la nota prometida con la escritora compatriota Celina Cáceres, a propósito de su último libro, «Como una sombra», de reciente publicación.»
Celina tomó asiento junto a la mesa, otra vez. Desplegó un mantelito colorido sobre el que apoyó el té humeante. Subió un poco el volumen de la radio.
– Total, estoy sola – pensó.
– «Celina Cáceres, es un gusto para este programa compartir con usted este rato aquí en: Hoy conversamos de… libros y autores, en este caso. Bienvenida.»
– «Muchas gracias. Estoy igualmente encantada de estar con ustedes y con su audiencia que sé que es muy grande.»
Celina se oyó extraña. Tomó un sorbo de té.
– «Su reciente novela, «Como una sombra», ha despertado el interés de la crítica y está teniendo gran éxito. ¿Un escritor escribe buscando el éxito?»
– «Un escritor escribe para comunicar, escribe para entretener, escribe para conmover, escribe para denunciar, escribe por placer, escribe como impulsado por una fuerza extraña que lo lleva a tomar el papel…»
– «O la computadora»
– «En mi caso, el papel. Escribo con lápiz, me gusta ver cómo las palabras salen corriditas como si el lápiz tuviera algo de mágico…”
– «¿Y también…?”
– «Perdón que lo interrumpa. También me gusta usar goma de borrar, al viejo estilo.”
– «Celina, nos decía que un escritor se siente impulsado por una fuerza extraña.”
– «No sé si a todos los escritores les pasará lo mismo. No lo sé…”
Celina susurró, mientras tomaba otro poco de té
– ¡Qué horrible! ¡Qué papelón! Soy un desastre. Cómo pude haber dicho… Debí decir que las razones que llevan a escribir pueden ser tantas como escritores hay. Que yo escribo porque me gusta… poemas y cuentos para mis hijos cuando eran chicos. Poemas que publiqué cuando hice aquel seminario en el 65 o aquel concurso en el 72.
El periodista en la radio la interrumpió
– «…con buen elogio de la crítica. «Como una sombra» es una novela corta que nos habla un poco del desencanto. ¿Es una novela con un fondo romántico?”
– «Los personajes de la novela son personajes desencantados y románticos a la vez, en la búsqueda de un mundo que no llega, solitarios…»
– Claro que sí – pensó Celina – solitarios.
Sonó el teléfono.
– «Usted nos decía, fuera de micrófonos, que su otra profesión es la de Asistente Social, cómo fue que…»
Volvió a sonar el teléfono.
– Que atienda el contestador – pensó. – Ahora no estoy para hablar de las enfermedades de mi tía Julia. ¡Pobre tía!
-«…escribiendo poemas» decía la voz de Celina en la radio.
– «Precisamente, su segundo libro de poemas ganó el Premio Especial del concurso realizado en 1972 por el…»
El teléfono seguía sonando.
– ¡Dios mío! – pensó Celina – ¿Tendré que atender?
Oyó el clic de contestador que realizaba su labor.
– «Enseguida regresamos a «Hoy conversamos de…» Nos acompaña la escritora Celina Cáceres.»
Justo cuando comenzaba la tanda comercial oyó la voz de su hijo en el contestador. Se encaminó hasta el living. Se detuvo, escuchando.
– Mamá, soy Jorge. Te llamo porque quería saber el día y la hora de tu entrevista en la radio. Avisame. Hasta luego.
– No lo puedo creer – dijo Celina para sí. – Este muchacho.
Y en voz alta dirigiéndose al contestador añadió
– Ahora, Jorge. La entrevista es ahora y estoy segura de que te lo dije. Hasta luego. Besos.
Meneó la cabeza, se sonrió y volvió a la cocina, justo cuando se retomaba la entrevista.
– «Celina Cáceres, escritora uruguaya, nos visita hoy a propósito de su última publicación «Como una sombra». Celina , hablamos de una larga trayectoria como escritora y de su profesión de Asistente Social, una tarea a la que dedicaba, nos contaba que se jubiló como tal, tarea a la que dedicaba, decíamos, también parte, horas de su vida.”
– «Sí, claro. Mi esposo y yo trabajamos muchas horas, siempre, para mantener la casa. Mi vida no es de esas espectaculares, de escritor de best- sellers. Lo digo sin resentimiento de ningún tipo. Mi vida es como la de cualquier mujer que debió trabajar, cuidar la casa, criar hijos y, afortunadamente ahora ayudar en el cuidado de tres nietos adorables.”
– «¿Es difícil, trabajar horas fuera de la casa…?”
– «Y horas dentro de la casa.”
– «Claro que sí. Atender una familia, como usted decía. Y escribir. ¿Cuándo? ¿En qué momento? ¿Cómo se encuentra la inspiración?”
– «La inspiración está en la vida misma. Mi profesión me llevó a conocer muchas realidades. Algunas muy duras. En cuanto al momento, hay que procurarlo. Se puede. Por otra parte ahora tengo más tiempo que antes. Son los privilegios de envejecer.»
Celina oyó su propia risa breve y alegre y la del periodista, a través de la radio y sonrió. Esa era una de las cosas en las que creía firmemente. La jubilación la había dejado con menos plata pero, ¡por suerte!, con más tiempo.
– «Los personajes, y así volvemos a «Como una sombra», ¿son recogidos de esas realidades que le tocó conocer?»
Celina recogió la taza. Tiró el té sobrante en la pileta. Sacudió el mantelito. Lo dobló. No escuchaba la radio. Pensaba y la memoria la llevó a esas tantas veces en que no tuvo tiempo para tomar un lápiz y un papel. ¡Cuánto tiempo pasó sin escribir! Sin embargo se acordaba que cuando Gabriela era chiquita había escrito los «Poemas de la noche» que había llamado así cuando muchas horas en la madrugada de lejanos días no había dormido cuidándola de una molesta eruptiva. Se acordaba de lo tímido que era Jorge en la escuela y cómo se había puesto colorado cuando la maestra de cuarto año la había invitado a la clase para presentarla a los niños, como la autora de aquel poema que estaban estudiando. Porque ella era para Jorge, eso, la mamá. Los escritores eran otros.
La voz del periodista, joven y vehemente, sacó a Celina de sus pensamientos.
– » ‘Como una sombra’ se ha convertido en un éxito y el nombre de Celina Cáceres está, hoy por hoy, en casi todas las librerías. Cómo vive ese éxito?”
– «Con una inmensa alegría, claro. Con calma, también. A veces los éxitos son muy fugaces.”
– «Celina, un mensaje para las mujeres que nos escuchan.”
– «Yo no quiero discriminar, ni discriminarme. No hay un mundo de hombres y otro de mujeres. No hay un mundo de escritores y otro de escritoras. Tal vez haya visiones diferentes del mundo, del mundo que es de todos. Juntos. ¿Mi mensaje? La vida empieza siempre.»
Celina pensó
– Debí decirles a todas las mujeres, que podemos, que somos fuertes, que estemos donde estemos y hagamos lo que hagamos, nos reconozcan o nos desprecien, nos castiguen, nos idolatren o nos usen, somos tan indispensables como los hombres, que tenemos nuestros propios perfiles, que no debemos perder de vista…
Sonóv el teléfono. Celina pensó inmediatamente, ¿será Gabriela o Alberto? ¿Qué dirán? ¿Les habrá gustado? Corrió a atender
– Hola… ¿Cómo estás, Julia? ¿Cómo amaneciste?…Sí, claro. Te tenés que cuidar… y… un poco el reuma. Tenés que tratar de caminar un poco. Claro, tía. Decile a Mónica que te acompañe y das una vueltita antes de que se vaya…. No, mañana no podemos ir. Vienen los chiquilines a comer. A lo mejor vamos con Alberto un ratito esta noche y conversamos. Bueno…bueno…Claro, sí… No, no, nada importante. Venía de hacer los mandados. Estoy arreglando un poquito. No, Alberto está trabajando. Viene luego a almorzar. Bueno, tía…quedate tranquila… sí… nos vemos luego. Un besito. Chau.
Cortó. Miró hacia la cocina y vio el carrito de la feria esperándola. Llegó cuando el periodista decía
– «Continuamos en la mañana de su radio para pasar revista a los mejores espectáculos del fin de semana»
Celina se puso el delantal. Empezaría por lavar las frutas.
Para el libro “Escenas – 12 relatos con mujeres” – 1997
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