Cuando se discrimina

  Mucho se ha hablado, razón por la cual no voy a insistir en ello, de la discriminación, el asedio, la esclavización, la subestimación, las desigualdades de todo tipo de los hombres hacia las mujeres y de la sociedad machista que golpea con ímpetu, a veces inusitado, a las víctimas femeninas en cientos de circunstancias y que, con argumentos absurdos y sinrazones, las convierte en victimarias o culpables de la agresión sufrida.

  Hoy, 8 de marzo de 2022, hablemos sin tabúes y sin encubrimiento cómplice de las mujeres que acosan, subestiman e impiden el crecimiento de otras mujeres.

  Cuántas de nosotras de toda edad, que espero que lean estas pocas líneas, han sufrido la discriminación por parte de jefas, autoridades, compañeras de trabajo, familia, amigas, vecinas.

  Mujeres chismosas y mal habladas que hablan pestes de otras gratuitamente.

  Mujeres jefas de profesionales que no permiten que sus subalternas demuestren conocimiento y experticia.

  Mujeres que, abusando de una posición de poder, no permiten avanzar en la carrera laboral a otras mujeres.

  Hembras mezquinas que doblegan a sus propias hijas para adorar al macho.

  Colegas que tragan saliva o escupen hiel para poder tomar fuerza y saludar los logros de otras.

  Suegras que defienden ruidosamente a sus hijos maltratadores justificando el supuesto mal proceder de sus nueras.

  Quienes lean estas líneas pondrán sus propios ejemplos porque, como decía mi abuela: “para muestra alcanza un botón”.

  El destrato, el menosprecio, la discriminación, la degradación deberían estar erradicados de las sociedades humanas si queremos ser mejores personas.

  Ojalá trabajemos por ello cada día en nuestro entorno inmediato, en los lugares de trabajo, de entretenimiento, de enseñanza, de socialización…

  Brindo por una sociedad más sincera, más transparente, menos acusadora. Queda mucho por enmendar.

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