El país votó libremente, con la tranquilidad y emoción que nos caracteriza como pueblo acostumbrado a expresar sus opiniones sin ataduras y con respeto.
Hoy y en el próximo período de gobierno debemos recordar que nuestra gente ha elegido paritariamente a cada uno de los dos candidatos elegibles. Casi mitad y mitad.
Los análisis de estos resultados dependerán de otros: periodistas, politólogos y opinólogos, que nos aclararán -o entreverarán los tantos-, con mayor o menor objetividad, las razones de esta partición.
El hecho es que para nosotros, el pueblo todo -y reitero, TODO-, la vida sigue.
Más allá de que estemos aguardando, como en la sala de espera de los partos, el nacimiento de un nuevo período gubernamental, la ansiedad ha dado paso a un expectante silencio popular.
Seguimos siendo ejemplo de civismo.
El pueblo todo, todos nosotros somos el pueblo, vamos a convivir en estas tierras orientales, en la misma casa de ayer, en el mismo barrio de ayer, en la misma ciudad, yendo al trabajo con los mismos compañeros, transitando por las mismas calles.
Habrá un nuevo parlamento para discutir leyes o para corregirlas, para promover acciones y cumplir el mandato dentro de la legalidad. Tendremos un equipo presidencial nuevo, un hombre y una mujer de los que esperamos capacidad para gobernar y para negociar.
El próximo período será de negociación a varios frentes de grupos y de contenidos. Ya se debatió, ahora es tiempo de negociar. El que no sepa que entienda: negociar es pedir y dar, intercambiar, no es atrincherarse.
El pueblo deberá estar atento y exigir, a través de sus representantes, que se cumpla estrictamente con el mandato de la Constitución y de la ley.
Queremos seguir viviendo en paz, con respeto a la legalidad y en orden. Sin prepotencias, sin gritos, sin violencia, sin rencores ni fanatismos absurdos que dividen familias y separan amigos.
A poco de brindar por un nuevo año, brindemos también por un nuevo gobierno que nos traiga prosperidad.
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