Primera parte
El discurso
¿Estamos preparados para escuchar un discurso?
Están en marcha la campañas políticas. Este es un hecho que nadie puede desconocer. Se vienen los actos, las caravanas ruidosas, las banderas levantadas, los jingles políticos en radio y televisión, los parlantes en la vía pública, los colores en las calles, los papeles impresos que vuelan con nombres, con números de listas partidarias… los discursos. Los discursos.
-
¿Estamos preparados para escuchar los discursos?
-
¿Estamos preparados para entender los discursos?
-
¿Estamos preparados para cuestionar los discursos?
A ver si es posible encontrar y aventurar algunas respuestas a estas preguntas básicas.
-
¿Estamos preparados para escuchar los discursos?
Entendiendo por discurso toda presentación oral y de alguna manera pública y de extensión libre, habrá discursos brevísimos – solo de algunos segundos – y extensos – más difíciles de catalogar porque intervienen variables como: tema, oportunidad, público a quien se dirige, entre otras.
Parecería que todos estamos preparados para escuchar discursos breves, por ejemplo: ¡Buenos días!, y darnos cuenta de qué significan sin prestar demasiada atención. Estos discursos muchas veces no exigen respuesta, no requieren más que lo que marca la costumbre y la educación, la situación, y la interacción humana, si fuera el caso.
En los casos cotidianos de interacción humana se producen cambios a lo dicho anteriormente. Alguien entra a una ferretería y dice: “Buenos días. Estoy buscando sunchos pequeños y algunas abrazaderas para tarrinas de PVC de 88 litros”. Pensemos en todo el conocimiento compartido que, se supone, deben tener las dos partes que intervienen (comprador y vendedor), y en la conversación que se desarrollará después. El vendedor, si sabe de qué le está hablando el comprador, se centrará en las palabras clave de este discurso: suncho, abrazadera, tarrina, como eje del pedido. Podemos suponer que el proceso de pensamiento del vendedor es correcto y que transita sin inconvenientes por lo que para entonces ya habrá generado una idea, con imagen visual o sin ella. Tal vez esta conversación finalice con una compra y una venta que deje conformes a ambas partes.
Ahora imaginemos estos escenarios:
1) el comprador no tiene idea de lo que va a comprar, por lo que lleva la lista anotada en un papelito, en su celular o en la mente. Sabe que debe ir a una ferretería y habrá de confiar en lo anotado y en la honestidad y conocimiento del vendedor;
2) el vendedor no trabajó nunca en el rubro ferretería y lo dejaron por un rato a cargo de las ventas. Complejo, ¿no? Deberá confiar en las habilidades del comprador para que le explique qué es cada cosa, y deberá deducir o adivinar (no es lo mismo) dónde buscar los objetos solicitados, si es que pudo reconocerlos, y extraerlos del discurso: suncho, abrazadera… Con un poco de paciencia y tiempo, empatía y habilidades de pensamiento y lenguaje, se podrá llegar a un final de compra y venta felices.
Podemos generar otros escenarios combinando las variables de este ejemplo. Algunas resultarían muy disparatadas, como en el caso de que ni el comprador sepa qué está comprando ni el vendedor sepa lo que está vendiendo. La escena podría pertenecer a un programa humorístico, a una película cómica o a una sátira del mundo actual. El que vende no sabe qué vende (en el mejor de los casos y siempre que no trate de estafar al comprador) y el comprador no entiende lo que le están vendiendo pero compra de todas formas porque confía en que lo que le venden es lo que vino a buscar.
Pongamos este último ejemplo a nivel de discurso político-partidario: aspirante al gobierno (político/vendedor) y supuesto partidario (votante/comprador).
Estar preparado para escuchar implica habilidades que pueden y deben enseñarse, y que pueden aprenderse.
Recordemos el discurso breve anotado líneas arriba: “Buenos días. Estoy buscando sunchos pequeños y algunas abrazaderas para tarrinas de PVC de 88 litros” -esto es lo que busca el comprador/votante-. ¿Qué le ofrece el vendedor…?
Entonces: ¿estamos preparados para escuchar? ¿Depende de la brevedad del discurso que entendamos o no? Parecería que no alcanza con ser breve. La brevedad otorga la posibilidad de que el discurso sea escuchado, lo que no significa que sea entendido.
Para conservar, preservar y vivir en Democracia, se debe preparar al ciudadano/comprador para que el vendedor/político no lo obligue a adquirir/votar a ciegas cualquier cosa por la etiqueta, para que reconozca los productos falsos, vacíos, con fechas vencidas o con etiquetas vistosas ofrecidas en la feria política o porque la canción que identifica al producto es pegadiza.
No se puede garantizar la buena fe de todos los actores políticos pero se puede y se debe formar a los ciudadanos para que reconozcan las falacias, los discursos vacíos y las mentiras bien vestidas.
Educar para saber escuchar y comprender más allá de la superficie del discurso.
Como ciudadanos participantes de una Democracia tenemos el deber de hacer todo lo posible para lograr avanzar en los niveles de comprensión del lenguaje.
Dice un aforismo que “lo bueno, si breve, dos veces bueno”. En este mundo en que se vive saltando de distracción en distracción, nada garantiza que la brevedad de un discurso lo haga más comprensible. No se trata de abreviar, simplificar o idiotizar los discursos. Se trata de preparar ciudadanos para ejercer, con inteligencia y razones, sus deberes y sus derechos.
Niveles de comprensión de un discurso
¿Estamos preparados para entender los discursos?
Comenta en Facebook