Simplificando el concepto de lo político, término muy cargado de significados,podemos considerar, en una de sus acepciones, a la política como el ejercicio del poder.
Poder del voto libre, secreto, garantizado por el sistema democrático del que, afortunadamente, goza nuestro Uruguay; poder para organizar reuniones, poder de hablar libremente, sin restricciones más que las que indica el buen gusto, el respeto, la educación, la Ley, son algunos ejemplos.
Como ciudadanos libres y amparados por el artículo 29 de la Constitución de la República tenemos el derecho a la libertad de expresión con las limitaciones que marca la Ley.1 Los ciudadanos uruguayos tienen derecho de opinión.
En artículos anteriores hablamos de la necesidad de formar ciudadanos para aprender a escuchar, a comprender y finalmente a cuestionar. Hoy vamos a centrarnos en esta secuencia: escuchar, comprender, cuestionar y opinar.
Decíamos que para cuestionar es necesario haber ejercido una escucha atenta -en el caso de las exposiciones orales-, haber podido comprender a cabalidad no solo el significado de las palabras sino también de la idea transmitida y finalmente poder poner en tela de juicio lo escuchado, dudar, comparar. Como dijimos, opinar al respecto de cualquier tema es algo que todos tenemos la posibilidad de hacer libremente. Nuestras opiniones aparecen en las conversaciones entre amigos, en el trabajo, en las redes sociales, en publicaciones impresas o digitales. Pero, ¿es lo mismo opinar que argumentar? No.
Todos podemos opinar acerca de la educación, del sistema de salud, de la seguridad pública, del fútbol, del cambio climático, del gobierno de turno, entre tantísimos tópicos emergentes.
Argumentar es algo más que opinar, es sostener con razones lo que se dice. ¿Cómo se eligen razones para argumentar? Por ejemplo, buscando datos acerca del tema del que hablamos, revisar diversas fuentes de información y contrastarlas. Averiguar si la fuente es confiable, asunto difícil a veces. Argumentar con criterio merece dedicar un capítulo aparte.
Hay muchas engañosas argumentaciones que presentan falacias cautivantes.
Argumentos falaces son aquellos que parecen verdades pero que no lo son. En el discurso, como recurso retórico, se emplean falacias porque se intenta convencer, seducir o engañar.
Los falsos argumentos surgen también por ignorancia o por desconocimiento del tema.
Un ejemplo claro de la seducción del discurso es la que ejercita el Sr. José Mujica.
Habla para cautivar al que escucha. Usa imágenes retóricas variadas y la voz, su prosodia y ritmo, colaboran a ese propósito. Pero este es otro tema.
Acerca de las falacias en el discurso se han escrito libros enteros. Veamos varios ejemplos de frases que asumen la apariencia de ciertas. Solo tomaremos algunos que aparecen con frecuencia.
Ciertas afirmaciones falaces pueden estar respaldadas por la autoridad de quien las formula y parecer verdades axiomáticas, sentencias absolutas e innegables.
“El presidente Tabaré Vázquez dijo en una entrevista con la revista Caras y Caretas que la oposición no está capacitada para gobernar y además afirmó que esta tiene ideas retrógradas”.2 Quien repita y afirme esta idea está usando el peso que tienen los dichos de una autoridad, en este caso el Presidente de la República. No discute ni pone en tela de juicio porque es un líder importante, su líder y por lo tanto lo toma como indiscutible.
Simplemente le cree. Estas ideas axiomáticas se repiten y multiplican aun cuando no se hayan comprobado, ni se tenga información al respecto.
Del mismo modo, se desacredita a quien habla no por el contenido de lo que dice sino porque se subestima o desaprueba a la persona.
“¿Y vos qué sabés si sos un gil? , le dijo en 2005 el entonces senador Leonardo Nicolini a su par colorado Isaac Alfie mientras se debatía el presupuesto quinquenal”.3
Igual descrédito a la persona se hizo en el caso del colono Gabriel Arrieta, a quien se descalifica por antecedentes que no tenían relación a su entredicho con el Dr. Tabaré Vázquez.4
“Todos los políticos son unos ladrones”. ¿Quién no lo ha escuchado últimamente?
No se puede afirmar que absolutamente todos son ladrones. Algunos lo son, pero no todos.
Es una falsa generalización.
“Vengo a pedir a este ómnibus porque si no tendría que salir a robar”. ¿Pedir o si no robar? No, señor. Esto es una falsa oposición. Hay otras opciones: intentar trabajar es una, aunque en la dura realidad se presenten obstáculos.
El Sr. José Mujica comparó al capitalismo con la sífilis. “Ambas son enfermedades.
La sífilis es evitable. El capitalismo, por ahora, no lo es”.5 Sífilis y capitalismo son falsos equivalentes. En este caso, se compara lo incomparable para generar rechazo o repulsión.
Desde los primeros años, aprender a argumentar es básico para el desarrollo
intelectual de nuestros jóvenes. Es clave que los futuros ciudadanos distingan las opiniones de las argumentaciones y que se preparen para descubrir las falacias. Esto a veces se hace muy difícil porque hay opiniones tan bien formuladas y engañosas que parecen argumentaciones. Habrá que estar atentos y ponerse a pensar. Volveremos sobre el tema.
1Artículo 29 .-
Es enteramente libre en toda materia la comunicación de pensamientos por palabras, escritos privados o publicados en la prensa, o por cualquier otra forma de divulgación, sin necesidad de previa censura; quedando responsable el autor y, en su caso, el impresor o emisor, con arreglo a la ley por los abusos que cometieren.
2http://www.telenoche.com.uy/nacionales/dirigentes-opositores-criticaron-dichos-de-vazquez.html
3https://www.montevideo.com.uy/Noticias/Los-insultos-en-la-politica-uruguaya-uc218223
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