De entre las muchas áreas que los expertos manejan para hacer prudentes y cuidadosas predicciones de corto plazo, dadas las circunstancias cambiantes y dinámicas por las que atraviesa el mundo, hay una de ellas que me permito apenas tocar desde mi área de conocimiento: la educación. Por cierto que es un campo tan vasto que estos apuntes solo refieren a algunos puntos.
En este momento nuestros niños no concurren a clase de forma presencial. No van a la escuela pero, gracias a la tecnología puesta al servicio de la educación, a través del Plan Ceibal, no dejan de recibir apoyo educativo.
El Plan Ceibal fue creado “en 2007 como un plan de inclusión e igualdad de oportunidades con el objetivo de apoyar con tecnología las políticas educativas uruguayas. Desde su implementación, cada niño que ingresa al sistema educativo público en todo el país accede a una computadora para su uso personal con conexión a Internet gratuita desde el centro educativo. Además, Plan Ceibal provee un conjunto de programas, recursos educativos y capacitación docente que transforma las maneras de enseñar y aprender”.
De forma muy somera, que el lector puede ahondar en el sitio oficial, se puede decir que cuenta con recursos variados para el aprendizaje sin alejarse de los procesos sociales de comunicación para los diferentes niveles.
A modo de ejemplo se muestra aquí una captura de pantalla a la que todos pueden acceder.
Si todo funciona bien, hardware, software, conectividad, actualizaciones…, y suponiendo una extensión larga de la cuarentena, ¿qué es lo que podría cambiar en las formas, las maneras de enseñar y de aprender? ¿Qué podría cambiar en el relacionamiento? ¿Los cambios vendrían para quedarse?
Aventuremos algunas posibilidades en caso de que algunos cambios permanezcan en el tiempo considerando que, desde ya, los alumnos tienen menos o ningún contacto presencial con el o los docentes y con sus compañeros.
Este escenario plantea aspectos relevantes a tener en cuenta. La valoración dependerá de la optimización de los recursos.
Los maestros. Los que estén preparados para el manejo inteligente de las herramientas tecnológicas podrán encontrar caminos eficientes para acercarse a los alumnos.
Los alumnos. Los que estén preparados y sean hábiles en el uso de las herramientas tecnológicas enfrentarían individualmente los desafíos del aprendizaje.
Un lado positivo es que, si la herramienta, plataforma, actividades, están bien diseñadas y permiten la interactividad inteligente entre humano e inteligencia artificial, el alumno transitará en sus tiempos individuales de aprendizaje.
Tal vez, de esa manera, se estaría tendiendo a la desaparición de los grados escolares. Tal vez. No se “pasaría de grado” sino que se superarían etapas.
Las dificultades. ¿Qué pasaría en el caso de que ni docentes ni alumnos estén preparados para enfrentar los desafíos de, simplemente, el manejo de la tecnología?
Estamos descartando el diseño de actividades porque para ello hay un equipo, grosso modo, de especialistas, programadores, desarrolladores, adaptadores de contenido y todo con lo enmarcado, para nuestro Uruguay, en el Plan Ceibal.
Respondiendo a la pregunta anterior, se podría generar ayuda en línea, como la hay para multiplicidad de aplicaciones. Se apelaría a la flexibilización de los maestros en cuanto a la práctica docente. Habría que repensar a los docentes trabajando en línea y personalizando actividades.
No más cantidad de tarea para los docentes sino más docentes para las tareas. De esta forma los maestros teletrabajarían en una nueva forma de organización del trabajo.
Esta organización tendría la ventaja de que los maestros no necesitarían “elegir” escuelas en las que trabajar en la áreas formales de aprendizaje y pasarían a integrar un gran grupo organizado de maestros que trabajarían con los niños, sin importar lo lejos que puedan estar.
A partir de este breve planteo se abre un abanico de posibilidades: maestros que mantengan intercambios directos en línea y en tiempo real, intercambios en grupos de discusión, ejercicios personalizados de oralidad… y todo lo que los docentes son capaces de desarrollar.
¿Es posible? ¡Sí! Claro que sí. Se necesita, antes que nada, estar dispuesto al cambio, experticia y mucha organización.
Yo imagino que si hay maestros leyendo hasta aquí habrá muchas voces que estarán diciendo, “qué locura”, “es imposible”, “esta no sabe nada de la realidad uruguaya”.
Es una idea que disparo al aire como un escenario posible y la posibilidad de un cambio drástico pero interesante.
No más maestros con clases supernumerarias. No más correr de una escuela a otra. No más niños aburridos, dispersos, faltando a clase.
Los comedores seguirían funcionando para alimentar a los que lo necesitan.
Sería muy sencillo detectar a los que no hacen las tareas y luego enviar ayuda para saber qué pasa en ese hogar.
¿Y si la tareas las hace el hermano, el padre, la abuela o el amigo? El tiempo dirá que ese niño se transformará en un adulto al que le faltará lo que debió cumplir. Podrá, al igual que ahora, completar estudios cuando se dé cuenta de que lo necesita.
Por otro lado, ¿qué haríamos con la falta de socialización? Pues para eso están los edificios escolares, para que los alumnos vayan a socializar. Se podrían plantear actividades para las que, de la manera tradicional y con las pocas horas de clase actuales, es difícil realizar.
Al día de hoy hay realidades sociales y culturales que dan cuenta de grandes dificultades para realizar este cambio radical en nuestras escuelas. Pero ¿es imposible tender a esa nueva manera de encarar la educación?
A lo mejor el destino nos está ofreciendo una puerta por la que ingresar al cambio. Esta es una oportunidad inmejorable.
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