Antes de que eso suceda y tengamos un nuevo gobierno “habrá corrido mucha agua bajo el puente” como dice el dicho. Habremos escuchado miles de declaraciones de todos los candidatos, muchos monólogos y esperemos que también podamos escuchar discusiones y debates.
Tenemos que prepararnos para esos muchos monólogos. Hay mucho político al que le gusta escuchar su propia voz siempre y únicamente. Es como un sermón a los fieles. Se suben al estrado y desde allí lanzan su mensaje sin más opción para los concurrentes, que callar y aplaudir alternadamente. Prepararse entonces para escuchar, entender y luego
analizar. Esto ya lo vimos y hemos insistido en ello en artículos anteriores.
Veamos qué es discutir y qué es debatir. No son lo mismo. Tienen componentes en común pero persiguen fines diferentes.
Mientras que en la discusión hay intercambio de opiniones y se puede llegar a modificar o convencer al otro de modificar creencias acerca de algunos puntos puestos a consideración, el debate es una contienda, un enfrentamiento de posturas. De manera básica decimos que en el debate no se pretende cambiar la opinión del contrincante, se pretende convencer a los que presencian ese enfrentamiento. El debate es un duelo que se pelea con el arma de la palabra. Es un ejercicio duro para los debatientes porque deberán vencer a su oponente para ganarse el favor del público.
La diferencia entre discusión y debate es clara: en la discusión intercambiamos opiniones, aclaramos puntos, tal vez lleguemos a acuerdos o a aceptar que el otro tiene razón en esto o aquello. El debate es la defensa de posturas tomadas. La pregunta que surge inmediatamente es ¿para qué se debate si solo se va a defender la postura, la posición en relación a un tema? La respuesta es: se debate para que quien escucha pueda decidir a quién creer, cuál de los debatientes lo convenció o si ninguno le pareció bueno. El debate es una contienda entre dos luchadores de ideas, o grupos de luchadores, frente a los terceros que escuchan.
Muchas veces en clase con los alumnos, comparaba el debate a un partido de fútbol. Hay dos equipos que pelean por el triunfo y que tienen que hacer goles para ganar.
Cuando se ve un partido se espera disfrutar del juego, de la destreza del equipo favorito, de su preparación para las jugadas y para aventajar al contrario, del juego limpio, agresivo, pero no violento. Queremos ver atacar con inteligencia, proteger atrás y defender el arco. ¡Y 1hacer goles en lo posible! Tiene que ser un espectáculo disfrutable de principio a fin, lleno de emoción, de tensión, de jugadas hábiles. ¡Fuera el aburrimiento!
¿Y por qué hay un árbitro? Porque pueden cometerse faltas y el conjunto de árbitros está para señalarlas y eventualmente, sancionar. Los jueces del partido deberán ser neutrales para no favorecer a uno u otro equipo, deberán conocer al detalle la normativa, no distraerse, y haber entrenado tanto como los jugadores en su respectiva tarea.
Todos los participantes conocen las reglas. Hay futbolistas hábiles e inteligentes que saben cuándo una jugada está al borde de la falta pero no llega a serlo. Caminan por un fino borde entre la normativa y la infracción. Hay otros que aprovechan los descuidos de los contrarios. Hay definiciones de gol magistrales. Hay estrategia, táctica, entrenamiento.
¿A quién no le gusta ver un buen juego en donde esté presente la habilidad y la inteligencia de los deportistas?
Por eso apoyo personalmente el debate bien jugado entre candidatos de los distintos partidos políticos. Quiero ver el conocimiento del asunto, o los asuntos, en debate. Quiero ver argumentos basados en datos, informes, ejemplificaciones, analogías. Quiero ver retórica pero de la buena, la que conserva la corrección en los conceptos, que no necesita cubrir de palabrería los vacíos conceptuales, que no se llena de demagogia barata. Quiero ver convicción, firmeza, respeto, emoción y seguridad. Quiero escuchar lenguaje adecuado, sin chabacanerías inapropiadas o desubicadas, de mal programa cómico. Quiero ver políticos preparados, ni improvisados ni improvisando.
En definitiva quiero ver un buen juego, limpio, sin insultos ni violencia verbal y mucho menos, física. Quiero a los jugadores en la cancha con conocimiento y respeto de las reglas acordadas de antemano, preparados para un encuentro que nos mantenga en vilo como espectadores hasta el último minuto. Quiero a los árbitros apegados a la neutralidad y las reglas y conocedores del tema a debatir. Y que como buen espectáculo, sea intenso y acotado, que nos quedemos con ganas de presenciar el próximo enfrentamiento. De este modo, el público verá lecciones de buena política.
En un próximo artículo conversaremos de la necesidad y las bondades de practicar la discusión, la argumentación y el debate desde los primeros años escolares. Se puede y
se debe hacer.
Los ciudadanos votantes de una democracia lo merecen. Ojalá los políticos también se convenzan y empiecen a entrenar.
2 respuestas a «Discusiones y debates»